5/10/16

Crónicas marcianas

Autor: Ray Bradbury
Título original: 
The Martian Chronicles

Fecha publicación original: 1946, 1948,      1949 y 1950
Traductor: Francisco Abelenda 
Prólogo: Jorge Luis Borges
Fecha edición actual: 2004
Editorial: Minotauro

Colección: Booket Logista
N.º páginas: 278






Crónicas marcianas es la recopilación de veintisiete relatos de extensión variable desde un párrafo a varias páginas— del autor estadounidense Ray Bradbury, que inicialmente fueron publicados en revistas de ciencia ficción. Empiezan en enero de 1999 y terminan en octubre del 2026, y narran la llegada de los humanos a Marte tratando de huir de la alienación, aunque al final, paradójicamente, lo que pretenden es reproducir allí el mismo modo de vida del que escapaban. Claro ejemplo de esto es el relato «La elección de los nombres», entre otros.

Las Crónicas marcianas se encuadran dentro del género de la ciencia ficción, caracterizada por la presencia típica de viajes espaciales, seres alienígenas, robots, tecnología muy avanzada y, especialmente, un futuro apocalíptico. No obstante, también comparten rasgos típicos del género fantástico, pues no todos los fenómenos tienen una explicación racional: ¿por qué los humanos pueden respirar en la atmósfera marciana?, ¿por qué cualquiera puede manejar un cohete y llegar a Marte, como quien conduce un coche? Muchas veces los personajes se enfrentan a situaciones inexplicables, que ocurren sin más, como la paradoja temporal de «Encuentro nocturno». La obsesión con el regreso de los muertos a la vida también se encuadraría en el género fantástico. «El marciano» o «Los largos años» son ejemplos de ello.

La lectura de los relatos atrapa desde el primer momento al lector en una angustia vital acerca del destino del ser humano, con el contrapunto de un clima poético y una belleza que crean un cierto desasosiego, una alteración en el ánimo... Son relatos que no dejan indiferente al lector y dan mucho que pensar: la inquietud, la desazón, no proceden de la presencia de los marcianos, sino del propio género humano, de su afán de destrucción y de autodestrucción, la guerra y el racismo, tanto hacia el propio ser humano como hacia los marcianos. Esto no es así desde el principio: en los primeros relatos, los de las primeras expediciones a Marte, los expedicionarios no salen muy bien parados... Pero poco a poco se va descubriendo que el auténtico aniquilador es el ser humano, que es capaz de destruir dos planetas, el propio y el recientemente colonizado, arruinando la exquisita civilización marciana y también la de la Tierra.

Algunos personajes concretos no encajan en ese espíritu destructivo que caracteriza al ser humano y, rechazando su herencia terrícola, se identifican con los marcianos, literalmente. Esto ocurre por ejemplo en «Aunque siga brillando la luna», donde Spender, miembro de la cuarta expedición al planeta rojo, se avergüenza de la actitud impertinente y despreciativa de sus compañeros, que demuestran una escasa consideración por la cultura del planeta que han venido a colonizar. Spender se transforma en un marciano, adoptando su vestimenta y aprendiendo a leer sus libros. «He encontrado un marciano», dice a los otros. «El marciano vino al campamento y ahora está aquí», continúa, y toma la decisión de evitar a toda costa que los humanos destruyan el planeta.

También ocurre en el último relato, «El pícnic de un millón de años», donde un padre de familia se niega a identificarse con el género humano, quemando papeles de leyes y burocracia que simbolizan un modo de vida que degeneró y fracasó. «Estoy quemando toda una manera de vivir», les dice a sus hijos y a su mujer. Y a continuación lleva a su familia a ver a los marcianos. Es un relato simplemente estremecedor, el culmen, el desenlace trágico y a la vez esperanzador de estas crónicas. 

Estamos, pues, ante una obra de ciencia ficción que no ofrece lo que se espera de una obra de ciencia ficción al uso, donde la soledad, la nostalgia y un cierto romanticismo llevan a Jorge Luis Borges, prologuista de la obra, a preguntarse: «¿Qué ha hecho este hombre [...] para que episodios de la conquista de otro planeta me llenen de terror y de soledad?».

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